Este año 2020 va a marcar un hito para la historia con todo lo que
estamos viviendo a nivel mundial por la crisis del Coronavirus. Esta crisis nos
ha mostrado cómo puede cambiar nuestra realidad, nuestra “normalidad” y con
todo ello se está empezando a replantear cómo relacionarnos, cómo estar en los
espacios públicos, cómo los viviremos a partir de ahora…Y sobre todo cómo se
deberán gestionar todos los espacios tanto públicos o privados que puedan
reunir muchas personas, como espacios culturales (museos, bibliotecas, teatros,
cines, jardines, …), espacios educativos y cómo se verá la educación a partir
de ahora (las familias con hijos han estado de encierro recibiendo clases
online de los colegios mostrando una nueva realidad de la educación). También
cómo se planteará el turismo a partir de ahora.
Todo ello me ha hecho pensar en preguntar a diferentes expertos cómo ven
su profesión o sector a partir de ahora, solicitándoles una reflexión sobre lo
vivido y sobre nuestro futuro para mi blog.
Esta serie de artículos la comienzo con Josep Maria Pey a quién le invité
a que hablara sobre el Turismo Industrial en esta “nueva normalidad”
¿Y después del Covid-19? Reflexiones sobre el turismo
industrial y la “nueva normalidad”.
Josep Maria Pey Cazorla.
A pocos días de levantarse el estado de
alarma, con motivo de la epidemia
del coronavirus
COVID-19, Diana Sánchez me propuso
hacer un artículo, dando mi opinión sobre cómo creía que iba a afectar la
epidemia al turismo
industrial. Le agradecí la invitación
y le dije que lo iba a hacer, pero no en aquel momento. La verdad es que, como
intuía, el artículo hubiera sido distinto de haberlo hecho entonces, a hacerlo
ahora.
Durante los más de tres meses en que estuvimos confinados, muchas
personas hicieron reflexiones sobre su vida y sus hábitos. En el ámbito
profesional, político y económico, también se hicieron muchas conjeturas sobre
cómo nos iba afectar en el estilo de vida que llevábamos antes del 14 de marzo,
una vez superada la pandemia.
Los webinars de temática turística proliferaron más que el propio coronavirus. Yo
mismo asistí a muchos de ellos y se daba por hecho que este episodio iba a cambiar
la sociedad y, con ello, también la visión, gestión y práctica del turismo.
Había consenso sobre algunos puntos que yo oí en esos webinars y que recojo a
continuación:
- El turismo será más consciente y concienciado.
- Se valorará más la hospitalidad
honesta y no tanto la mercantilista.
- Pondremos a las personas por encima de los objetos y se fortalecerá más
la relación entre huéspedes y anfitriones.
- Se tendrá en cuenta la comunidad y aumentará la cooperación. Habrá más
cooperación para lograr los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) marcados por la comunidad mundial
para el 2030.
- Académicos reconocidos como José Antonio
Donaire dijeron “Pondremos las
relaciones en el centro de la experiencia turística”.
- Rafael López Monné escribía “Necesitamos contenidos y necesitamos la cultura más que
nunca”. Y también “Valoraremos más las experiencias y el conocimiento en lugar
de los kilómetros” Antes cuanto más lejos viajabas más “molaba” el viaje. Ahora
será el valor de los contenidos lo que prevalecerá.
- Todos apostaban por las propuestas de Klein sobre la economía
regenerativa. Y había propuestas como
que, la tasa turística, que se aplica en algunos destinos, retornara en favor
de los recursos y productos culturales y ambientales, sobre los que se generaba
la actividad turística.
- Incluso Decathlon emitió unos anuncios que decían “Este verano, lo
importante no es donde vayas. Es lo que vayas a hacer ahí”.
Las restricciones de movilidad ya dejaron claro que este verano había que
olvidarse del turismo exterior y contar con el de proximidad. Así que todas las
instituciones responsables de la promoción turística, a nivel local,
provincial, de CCAA o a nivel de España, echaron toda la leña en campañas
publicitarias dirigidas al mercado nacional.
Así que, para el turismo
industrial, que incorpora muchos de
los valores que se auguraban como en auge, parecía que esta crisis podía ser
una verdadera oportunidad, para que la gente lo descubriera y apreciara.
… Llegado el momento de la verdad, y una vez levantadas algunas
restricciones, con la espada de Damocles, de la que hemos notado la punta en
forma de rebrotes puntuales y localizados, hemos visto como este verano algunos
de los pronósticos se han confirmado, como que los turistas procedentes de
mercados emisores internacionales han desaparecido. O también que la gente, por
grado o a la fuerza (quien han dispuesto de capacidad económica), ha optado por
hacer el turismo dentro de las fronteras. Y también que el turismo en espacios
naturales, poco masificados y en grupos pequeños ha funcionado en 2020. Así,
los alojamientos y oferta del llamado turismo
rural y agroturismo no han sido los más
perjudicados este verano.
Por lo que respecta al turismo industrial, adoleciendo de un observatorio
específico (cuya necesidad vengo reivindicando hace tiempo), en su modalidad patrimonial o histórico, veremos qué estadísticas nos ofrecerán, al final de temporada, los
espacios musealizados o turistizados. Más difícil de cuantificar, todavía, será
el turismo de industria
viva (de visitas a empresas en
activo). Probablemente, los productores y elaboradores agroalimentarios más
ligados al turismo rural, cuenten con un número de visitantes igual –o incluso
superior- al de otros años. Quizás los datos obtenidos en Francia, donde sí hay
un seguimiento estadístico de indicadores de esa tipología de turismo, puedan
servirnos de espejo para la actividad realizada aquí, aunque eso será una
hipótesis aventurada y nada rigurosa.
En conclusión, que si lo debatido en los webinars y otros foros teóricos
se trasladara a las políticas turísticas, probablemente se daría un impulso al
turismo industrial, puesto que este cumple la mayoría de directrices de los ODS
2030. Un turismo sostenible, responsable, que pone en valor el patrimonio
tangible e intangible local, que nos acerca a los habitantes de un territorio
de una manera real y auténtica (cosa que permite conocer a fondo el destino),
los hace partícipes y beneficia económicamente territorios poco turísticos, sin
depender de modas ni de temporadas. En este sentido, se podrían desarrollar y
consolidar algunas iniciativas en pro del turismo industrial, como:
- Preparar empresas para crear visitas y experiencias turísticas en sus
instalaciones de producción. Para ello se requiere una acción formativa para conseguir darles herramientas que les permitan afrontar esa
actividad y sepan cómo actuar, antes, durante y después de las visitas, con
total confianza y seguridad. Y que consigan sacar, además, el máximo provecho
de esas visitas para, no solamente conseguir nuevos ingresos y promoción de sus
productos, sino tomar decisiones empresariales de mercado, políticas de
precios, etc. Y una vez disponible la oferta turística, darle la promoción
adecuada.
- Por parte de las instituciones responsables de la promoción turística, desarrollar proyectos que agrupen y estructuren la oferta de turismo industrial, de calidad de
su territorio e integrarlo en la oferta turística que promocionan.
- Promover planes de puesta en
valor del patrimonio industrial,
aportando los fondos necesarios para su desarrollo.
- Apoyar las iniciativas que pugnan por valorizar y visibilizar el turismo
industrial, como puede ser la única feria de turismo industrial B-INDUSTRIAL y las
Jornadas Profesionales de Turismo Industrial que se organiza en el marco del
salón internacional de turismo B-Travel Barcelona.
- Sacar adelante un Club de
Producto de Turismo Industrial, tal y como la AOTI
(Asociación de Operadores de Turismo Industrial) ya ha propuesto a la
Secretaría de Estado de Turismo y que la situación política primero y la
sanitaria después han dejado en standby.
Lamentablemente, mi percepción es que los planteamientos teóricos no
acaban de casar con el comportamiento del viajero y del sector turístico en
general, deseoso de volver a la “nueva
–antigua- normalidad”. Y me temo que las
reflexiones y análisis hechos en confinamiento difícilmente cristalicen en
políticas y acciones turísticas reales.
Ojalá, ante la crisis económica que nos está devorando, el dinero que
venga de Europa y las exigencias de quienes nos lo hagan llegar, nos fuercen un
poco a creernos lo planteado en los webinars y desarrollar proyectos de turismo
alineados con los ODS 2030. Y no nos dejemos llevar por la inercia e intereses
de prácticas y propuestas turísticas caducas.
Así que, recordando el famoso “madrecita, madrecita, que me quede como
estoy” ya daría por bueno que, al menos, las iniciativas y proyectos de turismo
industrial que en los últimos años se han ido impulsando, no queden
interrumpidos por falta de recursos económicos, en estos primeros años, para
–cuanto antes mejor- se apueste decididamente por el turismo industrial.