Una “catedral”
para la cultura
Artículo de Sara Sans para
La Vanguardia
Àngel Guimerà las llamó
“catedrales del vino”. Imponentes edificios, por estética y funcionalidad, que
heredaban modernismo pero imponían personalidad. Entre ellos, el Celler
Cooperatiu de Vila-seca. A diferencia de otros, esta catedral dejó de funcionar
en los años setenta del siglo pasado como templo productor de vino e inicia
ahora una nueva y prometedora vida como contenedor cultural. La nave principal
se convertirá en una sala polivalente capaz de esconder sus más de 500 butacas
bajo el suelo en una intervención que desnuda la esencia del edificio tirando
al suelo una de sus paredes.
La obra de rehabilitación y
transformación de este edificio es la mayor inversión en una infraestructura
cultural que se está llevando a cabo en el sur de Catalunya. La apuesta del
Ayuntamiento de Vila-seca se concreta en una inversión de ocho millones de
euros, cofinanciados al 50% por los fondos europeos Feder y la otra mitad por
el Consistorio.
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“La clave es que el edificio
se utilice mucho, que no sea un equipamiento para abrir de vez en cuando, sino
que sea muy abierto, que pueda acoger muchos actos y de todo formato”, explica
Miquel Espinet, director del despacho de arquitectura Espinet/ Ubach, que ganó
el concurso público con un proyecto que prevé que el Celler pueda acoger desde
obras de teatro a proyecciones de cine, conferencias, conciertos, exposiciones,
presentaciones…
Las obras comenzaron hace
unos días con el objetivo de abrir esta nueva c atedral de la cultura en el
2021. La nave principal, de 600 m2, será el centro neurálgico del equipamiento.
La estructura original se conservará totalmente, pero el pavimento se levantará
hasta a la altura de las viejas tinas para que así puedan esconderse todas las
instalaciones necesarias para el funcionamiento del edificio y también las
butacas cuando la programación así lo requiera. El espacio tendrá una tribuna
retráctil con capacidad para 382 personas y otras móviles para 135 espectadores
más, lo que le dará un aforo de 517 personas sentadas. Con las butacas
guardadas, con la sala libre y sin obstáculos, el aforo de pie será de 945 personas.
Esta opción garantiza la
versatilidad del espacio, pero lo que otorgará la singularidad y la nueva
personalidad a la vieja bodega es el derribo de la pared donde se ubicará el
escenario para incrustarle un nuevo edificio de cristal, lo que permitirá la
entrada de luz natural en toda la sala y también su visión desde el exterior.
“La caja escénica será una edificación nueva que, además del escenario,
contendrá los vestuarios y los espacios de carga y descarga para los
espectáculos y actos programados y un sótano donde se ubicarán las
instalaciones”, explica Berta Grau, la arquitecta jefa del proyecto.
En paralelo a la fachada
lateral de la nave principal se levantará otro pabellón de cristal para acoger
las zonas de administración, servicios y atención al público y conectar todos
los espacios del equipamiento. Entre ellos, aquel en el que antiguamente se
hacía la recepción de la uva, que se convertirá en un centro de interpretación
sobre la historia del Celler Cooperatiu. “Queríamos poner en valor la figura de
su arquitecto, Pere Domènech i Roura, su obra y la importancia que tuvo la
cooperativa para el municipio y utilizaremos nuevas tecnologías, un espectáculo
de mapping y experiencias de realidad virtual”, añade Miquel Espinet.
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Mientras comienzan las obras
de este futuro centro cultural, este arquitecto y los técnicos municipales
estudian la transformación de todo el entorno, donde se levanta también el
restaurado castillo del conde De Sicart, que se convertirá en un polo cultural
para el municipio y para el Camp de Tarragona.
En el Celler de Vila-seca,
el arquitecto Pere Domènech i Roura se distancia del modernismo que su padre
recreó en la Casa Navàs o en el Palau de la Música para adentrarse en el
noucentisme. El Estadi Olímpic de Montjuïc, el Palau de la Premsa, fueron
algunas de las obras del hijo, que arrancó su carrera terminando emblemáticos
proyectos del progenitor, Lluís Domènech i Montaner, como el Institut Pere Mata
de Reus o el hospital de Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. “La de Domènech i
Roura es una figura muy interesante que actúa de puente, aunque siempre
mantiene cierta influencia de su padre en cuanto a sistemas constructivos, el
uso del ladrillo, las vueltas o los arcos”, explica el arquitecto Miquel
Espinet.
Fuente de la
noticia https://www.lavanguardia.com
Comencen les
obres de restauración del Celler Noucentista de Vila-seca
Fuente de la
noticia https://tarragonadigital.com
Más
información sobre la noticia https://mnactec.cat/
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