Artículo de J. Sanz para El Norte de
Castilla
Su futuro parecía más que incierto
después de decenios de desidia por parte sus propietarios, primero Renfe y
luego Adif –el gestor de infraestructuras–, hasta que un proyecto privado ha
conseguido rescatar del olvido un vestigio ferroviario de singular valor
histórico, como es la caseta de bombeo del agua situada a los pies del Puente
Colgante y que entre 1860 y 1944 fue la encargada de surtir de agua a las
locomotoras de vapor que hacían parada en la Estación del Norte desde la
llegada del tren en 1864. Allí abrirá, en principio antes de que acabe el presente
año, un singular bar con motivos, claro, ferroviarios.
El proyecto, impulsado por
hosteleros locales, contempla la rehabilitación integral tanto del inmueble
decimonónico como de la singular maquinaria del antiguo sistema de bombeo de
agua que se conserva. No es mucha, y la que hay está soterrada, ya que la que
se encontraba en la superficie –una valiosa caldera de agua– fue desmontada y
vendida como chatarra hace nueve años por los últimos inquilinos, legales para
más inri, a los que la propia Adif alquiló la maltrecha caseta.
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Pero eso, como reconoce el
presidente de la Asociación Vallisoletana de Amigos del Ferrocarril (Asvafer),
Eugenio Moreno, «ya es historia». Lo importante ahora, añade, es que «alguien,
a pesar de la propia Adif –les impidió recuperar la maquinaria a tiempo–, se
haya decidido a conservar este singular patrimonio en su lugar original y eso,
como es el caso, siempre es una buena noticia».
Los impulsores del proyecto, que
supondrá la apertura de un restaurante con bar y terraza, lo presentaron ante
el Ayuntamiento hace año y medio y el pasado agosto, por fin, comenzaron las
obras de rehabilitación del inmueble después de que alcanzaran un acuerdo con
Adif para su cesión en régimen de alquiler, según confirman fuentes del propio
gestor de infraestructuras ferroviarias.
Sin catalogación oficial
Este uso del inmueble como bar con
terraza –técnicamente de ‘hostelería, espectáculos y reunión’– cuenta ya con
los parabienes municipales después de que los técnicos de Urbanismo contestaran
favorablemente ya en febrero del año pasado a la «consulta vinculante» sobre el
particular realizada un mes antes por Adif. Los propios impulsores del negocio
presentaron después el actual proyecto y, en las últimas semanas, la pertinente
«Declaración Responsable de Obra Nueva (DROU)», lo que les permitió iniciar los
trabajos a mediados de agosto, pero que serán supervisados luego por el
Consistorio.
Lo singular del edificio es que, a
pesar de su innegable valor histórico, no estaba catalogado ni por el actual
Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de la capital ni por el propio gestor
ferroviario al que pertenece. Así que sus piedras bien podían haber pasado a la
historia de no ser por el actual proyecto privado de hostelería.
El arquitecto que dirige los
trabajos, Javier Sánchez López, asegura que su intención es «ser respetuosos al
máximo con la historia de este edificio y con los restos de la maquinaria que
se conserva». Tanto es así que el futuro bar mantendrá las actuales paredes de
piedra, para acoger en la estancia principal un espacio diáfano para la barra y
las mesas, y contará «con una parte del suelo de cristal» para que los clientes
puedan observar la maquinaria original de bombeo que aún existe y que será
«rehabilitada e iluminada». Eso además de mantener la única noria de la parte
superior que se salvó de acabar en la chatarra y de incluir en la decoración
del local «fotografías antiguas del propio edificio».
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En el exterior, eso sí, se acoplarán
«unos contenedores metálicos de carga de los trenes de mercancías para acoger
las cocinas y el almacén y conservar así el lenguaje ferroviario». También se
repondrá el arbolado en torno al inmueble –allí se ubicará la terraza–, ya que
el actual ha sido talado debido «a su mal estado», y se limpiará la arqueta de
piedra –el pozo de captación de agua– que también se conserva con sus
compuertas al borde del Pisuerga. «La idea es señalizar y poner en valor los
vestigios ferroviarios y conservar en lo posible este espíritu en el negocio», incide
el arquitecto, quien anticipa que los impulsores del negocio barajan bautizarlo
con el nombre original del inmueble, la Casa de la Aguada, o incluir alguna
referencia al Puente Colgante.
El proyecto también ha sido acogido
con satisfacción por parte de Los Amigos del Pisuerga, una asociación de
voluntarios que hace dos años asumió la limpieza del edificio ante su evidente
abandono. Su presidente, Luis Ángel Largo, reconoce que «es una alegría que
alguien se decida a conservar un vestigio de esta importancia histórica tanto
para el río como para el sector ferroviario».
*Esta
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Fuente
de la noticia El Norte de Castilla
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