Autora: Montserrat Cubría Piris.
INTRODUCCIÓN
En la localidad de Reocín destaca
llamativamente el paisaje minero creado por la extracción de zinc durante 147
años a cargo de la Real Compañía Asturiana de Minas y posteriormente la
Asturiana de Zinc. La explotación, de la que se extraían blenda, galena y
pirita fue la más grande de Europa, y como muchas otras explotaciones mineras
iniciadas a partir del descubrimiento del mineral, tuvo un desarrollo que
superó, con mucho, las expectativas iniciales de su descubridor, el belga Jules
Hazeur, en 1856. Ya apenas tres años después del descubrimiento del yacimiento,
en Reocín trabajaban 1.500 personas, una cifra que llegaría a doblarse en los
años de máxima actividad. Pronto el pequeño pueblo, en el que la minería se
compaginaba con el ganado, se convirtió en el más poblado y próspero de todo el
municipio: la mina llegó a emplear a 3.000 trabajadores, además de todos los
puestos indirectos que generaba y de los pingües beneficios para el
Ayuntamiento, que anualmente recaudaba de la empresa la mitad del presupuesto
municipal. La localidad llegó a tener dos hospitales, cinco bares, un
economato, comercios, una sala de fiestas, cine... Pero no todo fue riqueza y
bienestar, porque además del enorme impacto medioambiental sobre el territorio
la explotación, trabajada a cielo abierto y en interior, vivió tres graves episodios:
la rotura del dique “La Luciana” en agosto de 1960, el hundimiento del barrio
de Pomares apenas cinco años más tarde y otro derrumbe en 2003. Afortunadamente
todo se saldó con una víctima mortal, pero las vivencias y sus consecuencias
quedan para el recuerdo como emblemáticas de la codicia. La caída de la
rentabilidad y el accidente de 2003 llevaron a su cierre, un punto y final a la
minería a gran escala en Cantabria que supuso la pérdida de puestos de trabajos
y la potente actividad que tuvo el municipio. El paisaje resultante de esta
importante trayectoria, que hoy podemos observar en este enclave entre las
comarcas Saja-Nansa y Besaya, fue catalogado en 2004 como bien integrante del
Patrimonio Industrial de Cantabria con el nombre de Paisaje Minero de Reocín.
Por su interés metalogenético también está propuesto como Lugar de Interés
Geológico Español de relevancia internacional por el Instituto Geológico y
Minero de España. En 2017, la vieja explotación a cielo abierto llamada El
Zanjón, hoy cubierta por un lago por el alto coste de su bombeo, vuelve a ser
noticia debido a la intención del actual gobierno autonómico de reabrir la
explotación “mediante tecnologías de interior de mayor productividad” de zonas limítrofes
de uno de los yacimientos más generosos del mundo. Acuciado por la grave crisis
económica y el goloso precio actual del zinc, el Ejecutivo cántabro asegura que
“la reactivación podría crear 350 empleos, otros 1.250 indirectos y suponer un
impulso del 20% al tráfico del puerto de Santander”. Esto significa que la
producción anual generaría unos ingresos en el mercado de 2.675 millones de
euros, el 22% del PIB anual de Cantabria, más que el turismo y la industria de
la comunidad juntos. Todo ello “sin riesgos para las personas ni para el medio
ambiente”.
Pero ¿es esta la mejor manera de reactivar la economía regional? ¿Es la única posibilidad que ofrece el pasado, el presente y el futuro de este yacimiento? Las dudas parecen ser muchas más que las certezas y las tendencias en recuperación de territorios degradados por las actividades industriales del pasado ofrecen otras alternativas. El presente trabajo es una propuesta de valorización y nuevos usos para este enclave minero, un importantísimo referente para sus comarcas en época industrial y en el presente un símbolo indiscutible de la memoria colectiva de sus gentes.
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