El incendio que asoló O Rosal en el
2013 y la posterior limpieza de la zona que acomete la comunidad de montes han
dejado a la vista dos canteras de piedras de molino de las que se extrajo la
materia prima para el conjunto de O Folón y O Picón. José Álvarez Alonso,
vecino de la zona, y su amigo Cándido Verde son los artífices del hallazgo, del
que ya tiene constancia la Dirección Xeral de Patrimonio de la Xunta. También
han descubierto una veintena de petroglifos sin catalogar que identificó el
especialista en talla lítica y arqueología experimental Manolo Ledo.
«Los vecinos de O Rosal siempre
quisimos saber de dónde habían salido las piedras de los 67 molinos y estaba
claro que tendría que ser de la zona, pero nunca se había identificado una
cantera», explica Álvarez Alonso. Este hombre, telleiro de 67 años, fue usuario
de los molinos donde acudían a moler el trigo hasta que cumplió los 15. «Antes
era algo fundamental, si no, no podías moler», recuerda.
Las primeras piedras de molino las
encontraron cerca del río Cal, entre el Alto da Carboeira y O Rego da
Enxubligada. «En ese espacio hay una veintena y todas ellas marcadas con una
cruz», indica José Álvarez. Algunas están sueltas, otras ya marcadas y otras a
medio sacar. «Son dos canteras de donde se extraían las piedras para los pies y
las muelas de los molinos desde el siglo XVII hasta mediados del XX, cuando
dejaron de funcionar», explica Manolo Ledo.
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En la reunión de la comunidad de
montes del domingo 15 de marzo hubo otro vecino que les indicó dónde creía
haber visto otra piedra trabajada. El lunes les faltó tiempo de salir al monte
en su busca y lo que se toparon superó sus expectativas. En la segunda cantera,
indican, hay otras cuarenta piedras y está ubicada a un kilómetro de distancia
en línea recta del conjunto de molinos de agua en cascada más importante de
Galicia.
«El valor etnográfico del conjunto
es enorme y cualquier nuevo elemento que pueda completar su comprensión y
significado le da aun más valor», incide José Álvarez Alonso. El cantero Pelayo
Alfaya, de Tui, explica las características de cada piedra, «idóneas porque son
de cantera fina». En algunas se ve claramente el corte e incluso hay una en la
que quedaron las puntas de su extracción. Pero en general se trata de piedras
que en su día desecharon por alguna grieta o imperfección. Esta segunda cantera
se encuentra en la zona conocida como O Regueiro dos Aloques.
Ledo recalca la importancia de poner
en valor el lugar. Hasta que hubo que limpiar tras los incendios, era un
espacio impenetrable por los árboles. Si no se identifica y señaliza, volverá a
quedar cubierto en cuanto empiece a crecer de nuevo el verde. Por ello urgen su
señalización e integración en el conjunto etnográfico visitable.
El fuego dejó también a la vista un
recinto fortificado. «No se conoce con exactitud su época pero debe ser
contemporánea de las del Aloia», entiende Manuel Ledo. Muy próximos, hay una
veintena de petroglifos de la Edad de Bronce con distintos motivos que salpican
el entorno de las canteras.
«De aquí se extraían los pies y
muelas de los molinos entre el siglo XVIII y mediados del XX » Manuel Ledo
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