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lunes, 19 de junio de 2017

Orio recupera el último astillero de ribera de Gipuzkoa

Artículo de Borja Olaizola para Diario Vasco

La familia Mutiozabal fue la punta de lanza de la construcción naval en Gipuzkoa entre finales del siglo XIX y principios del XX. De sus instalaciones en las orillas del Oria salieron centenares de embarcaciones, entre ellas el primer barco a vapor que se hizo en el País Vasco. El astillero Mutiozabal, el último de los de ribera que queda en Gipuzkoa, ha comenzado un proceso de recuperación que culminará con su apertura al público en un par de años. La estructura de la nave, que estaba en ruinas, ha sido sometida a una restauración integral con la sustitución de todas sus vigas y la colocación de una nueva cubierta. Es el primer paso de una iniciativa que busca la recuperación de la memoria histórica del que fue uno de los más importantes centros de construcción naval de Europa.

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Buena parte de los galeones y naos que surcaban el Atlántico siguiendo la ruta abierta por Colón estaban fabricados en las gradas de Usurbil, Aginaga y Orio. En la ribera del Oria, recuerda la historiadora Lourdes Odriozola, convergieron todos los elementos necesarios para situarse a la vanguardia de la industria naval: topografía idónea para la instalación de las gradas, abundancia de maderas de gran calidad en los montes cercanos, mano de obra especializada y presencia de ferrerías que manufacturaban elementos como las anclas o los clavos. «Los astilleros del Oria -precisa la doctora en Historia- se especializaron en la manufactura de grandes navíos para las Armadas y Flotas Reales, y para la Carrera de las Indias».

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Entre los siglos XVI y XIX hubo al menos seis astilleros activos entre Orio y Usurbil. Muchos de ellos no tenían infraestructuras estables y las gradas sobre las que se levantaban las embarcaciones desaparecían cuando la nave se acababa. Los pedidos para la Corona se mantuvieron con altibajos hasta bien entrado el siglo XVIII. A partir del XIX las arcas públicas ya no daban más de sí y los astilleros del Oria trabajaron sobre todo por encargo de particulares. Fue en esa época cuando se inauguró el periodo de esplendor de la familia Mutiozabal. «Cuando Miguel Antonio Mutiozabal se hace con las riendas del astillero que había heredado de su abuelo es cuando comienza su ascenso», observa la historiadora Lourdes Odriozola.

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Hombre inquieto que había tomado contacto en Francia con las técnicas más avanzadas de construcción naval, Miguel Antonio Mutiozabal se da cuenta de que el futuro de la empresa familiar pasa por modernizarse. «Dos años después de hacerse con la dirección del astillero construye el que sería el primer barco de vapor que se hizo en el País Vasco», recuerda Odriozola. Fue también él quien decidió levantar el astillero en su actual ubicación. «Hasta entonces había trabajado sobre todo en astilleros que estaban aguas arriba de Orio, en Usurbil y Aginaga, pero aprovechó una modificación de la Ley de Costas y obtuvo gratuitamente los terrenos para levantar su propio astillero frente al núcleo urbano».
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