Artículo
de Borja Olaizola para Diario Vasco
La familia Mutiozabal fue la punta
de lanza de la construcción naval en Gipuzkoa entre finales del siglo XIX y
principios del XX. De sus instalaciones en las orillas del Oria salieron
centenares de embarcaciones, entre ellas el primer barco a vapor que se hizo en
el País Vasco. El astillero Mutiozabal, el último de los de ribera que queda en
Gipuzkoa, ha comenzado un proceso de recuperación que culminará con su apertura
al público en un par de años. La estructura de la nave, que estaba en ruinas,
ha sido sometida a una restauración integral con la sustitución de todas sus
vigas y la colocación de una nueva cubierta. Es el primer paso de una
iniciativa que busca la recuperación de la memoria histórica del que fue uno de
los más importantes centros de construcción naval de Europa.
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Buena parte de los galeones y naos
que surcaban el Atlántico siguiendo la ruta abierta por Colón estaban
fabricados en las gradas de Usurbil, Aginaga y Orio. En la ribera del Oria,
recuerda la historiadora Lourdes Odriozola, convergieron todos los elementos
necesarios para situarse a la vanguardia de la industria naval: topografía
idónea para la instalación de las gradas, abundancia de maderas de gran calidad
en los montes cercanos, mano de obra especializada y presencia de ferrerías que
manufacturaban elementos como las anclas o los clavos. «Los astilleros del Oria
-precisa la doctora en Historia- se especializaron en la manufactura de grandes
navíos para las Armadas y Flotas Reales, y para la Carrera de las Indias».
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Entre los siglos XVI y XIX hubo al
menos seis astilleros activos entre Orio y Usurbil. Muchos de ellos no tenían
infraestructuras estables y las gradas sobre las que se levantaban las
embarcaciones desaparecían cuando la nave se acababa. Los pedidos para la
Corona se mantuvieron con altibajos hasta bien entrado el siglo XVIII. A partir
del XIX las arcas públicas ya no daban más de sí y los astilleros del Oria
trabajaron sobre todo por encargo de particulares. Fue en esa época cuando se
inauguró el periodo de esplendor de la familia Mutiozabal. «Cuando Miguel
Antonio Mutiozabal se hace con las riendas del astillero que había heredado de
su abuelo es cuando comienza su ascenso», observa la historiadora Lourdes
Odriozola.
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Hombre inquieto que había tomado
contacto en Francia con las técnicas más avanzadas de construcción naval,
Miguel Antonio Mutiozabal se da cuenta de que el futuro de la empresa familiar
pasa por modernizarse. «Dos años después de hacerse con la dirección del
astillero construye el que sería el primer barco de vapor que se hizo en el
País Vasco», recuerda Odriozola. Fue también él quien decidió levantar el
astillero en su actual ubicación. «Hasta entonces había trabajado sobre todo en
astilleros que estaban aguas arriba de Orio, en Usurbil y Aginaga, pero
aprovechó una modificación de la Ley de Costas y obtuvo gratuitamente los
terrenos para levantar su propio astillero frente al núcleo urbano».
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