Autor
artículo Jorge Bravo para La Voz de Galicia
Las
fábricas de enlatado de pescado que un día generaron miles de puestos de
trabajo en O Morrazo están abandonadas a su suerte. Cangas ya solo conserva
ruinas. Estructuras de piedra que se han derruido y sufrido desvalijamientos.
La pujante industria se ha convertido en un paisaje desolador con el que los
vecinos conviven a diario. Recuerdan a otra época en la que el nombre de Cangas
se posicionaba a nivel europeo.
Las
últimas dos conserveras abandonan el pueblo. En las naves de Ojea trabajaba
Paganini hasta que sufrió un incendio. Ahora lo hace en el Alto da Portela,
polígono limítrofe con Bueu. El espacio que conserva detrás del edificio del
Concello lo usa para vender latas. Por su parte, Conservas Iglesias se
trasladará pronto a la antigua factoría de los Hermanos Cruz en Moaña, que
llevan reparando a buen ritmo durante todo el año 2015, según confirman fuentes
del sector conservero. Podrá duplicar su producción, algo imposible de hacer en
las instalaciones que tenían hasta la fecha en Cangas pegadas al mar.
«Estas
fábricas quitaron moita fame despois da guerra», recuerda Valeriano Pérez, que
todavía tiene en su cabeza las imágenes de los barcos descargando sardina en
Rodeira para que las mujeres. Lo cierto es que esta industria generaba miles de
puestos de trabajo en la comarca de O Morrazo. El buque insignia era la célebre
Massó, pero no la única. A lo largo de la costa todavía se conservan los restos
de múltiples empresas que esperan su hora para volver a tener algún uso.
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«Aquí
había una empresa de salazón», recuerda José Martínez, vecino de la zona,
señalando hacia la punta de Rodeira. De ella recuerda que la llamaban «la de
Claudio». Los últimos temporales hicieron que se derrumbase el tejado y ahora
presenta un estado penoso, con los escombros repartidos por el interior y
varias pintadas de vándalos en su exterior. Los intentos que se hicieron por
parte de la iniciativa pública y privada «se toparon con que no podían hacer
nada por la Ley de Costas», cuenta Martínez. En esta factoría se hacían,
fundamentalmente, sardinas en conserva.
En
plena playa en la parroquia de Hío perdura sin ningún tipo de protección la
fábrica de Ameixide. Durante años se oyó hablar del proyecto para realizar un
hotel de lujo con spa, y pantalán deportivo incluido, por parte de Vaqueiro
Gestión. Pero las trabas legales de Costas al puerto han ralentizado el
proyecto, que de momento cuenta licencia municipal. Enrique Sotelo, exalcalde
de Cangas y portavoz del PP, asegura que los trámites municipales están en
orden. El nombre de Ameixide todavía le recuerda a los vecinos del entorno a la
fábrica, más que al propio pueblo que se asienta en sus inmediaciones. La
realidad es que está casi derrumbada por completo, con los escombros y restos
del tejado en su interior. Se puede acceder a ella fácilmente saltando una
cadena desde la carretera general. Por el exterior, los gamberros se ensañaron
con una serie de pintadas que han degradado el aspecto que ofrece a los vecinos
y turistas que deciden veranear en la zona, cada vez más demandada.
A
escasos metros está el núcleo de Vilanova. La antigua fábrica de salazón es un
cúmulo de piedras. Según explica el exregidor Sotelo y actual portavoz del PP,
el grupo Vaqueiro intentó montar una escuela de vela privada en este entorno.
El proyecto está parado, cuentan fuentes de la empresa, a pesar de contar con
los permisos de Patrimonio.
Massó,
emblema nacional de la conserva durante los años sesenta y setenta, continúa
pudriéndose. Los planes que tiene para este inmueble Abanca, propietaria del
mismo, son de momento un misterio, tras fracasar la urbanización con puerto
deportivo por la paralización de la justicia. «Cando chegaba o barco, soaba a
sirena e ían os veciños a traballar, non facía falta máis», recuerda Valeriano
Pérez. Ahí siguen las viejas instalaciones a la espera de un acuerdo entre
promotores y Administración que parece no llegar nunca.
Fuente
de noticia http://www.lavozdegalicia.es/
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