Patrimonio Industrial nacional e internacional

PATRIMONIO INDUSTRIAL - INDUSTRIAL HERITAGE - PATRIMOINE INDUSTRIEL

lunes, 21 de noviembre de 2011

Artículo: La memoria que las máquinas guardan del hombre.

Interesante artículo de Miguel Ángel Vergaz.
El anciano Valeriano Martín entra en el edificio en el que ha pasado la mayor parte de su vida. La Fábrica de Harinas San Antonio, junto al Canal de Castilla, en la vallisoletana Medina de Rioseco, donde trabajó como harinero. Hace tiempo la producción cesó y cuando las llaves pasaron al Ayuntamiento, comenzó una honrada transacción con el recuerdo: todo se conserva como estaba.
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Las palabras de Martín resonando en el interior de la antigua fábrica convertida en museo deparan sorpresas para todo el que piense que allí se desarrollaba un trabajo simple –convertir harina en trigo– por personas poco cualificacadas.
Todo lo contrario: en ese escenario se daba un proceso extraordinariamente sofisticado de limpieza, cribado, molienda y selección, en un complicado recorrido del cereal por cuatro pisos, atravesando un ejército de máquinas astro-húngaras. Martín las conoce una a una. Aún bruñidas y sólidas, parecen a punto palpitar, ajenas a su actual condición museística.
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Jornadas del ayer
Este guía ocasional aporta una visión inusitada y, a la vez, esencial de los trabajos y los días que marcaron a una localidad. Máquinas que guardan memoria del hombre cuando el hombre olvida, en sus labores de hoy, los logros conseguidos en las jornadas del ayer.
Hasta los años 70 del siglo pasado, el legado de la industria y el del patrimonio cultural eran dos conceptos diferenciados. Sin embargo, a partir de esa década los antiguos edificios fabriles comenzaron a visibilizarse no sólo como lugares de fatiga, sino como prodigios arquitectónicos. Sus máquinas cobraron valor como ingenios que no se habían desprendido del aura artesanal; el trabajador no se hallaba inmerso todavía en un proceso enteramente automatizado, y el producto final aún no se perdía en el horizonte de una factoría.
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El testimonio de Martín (recogido en vídeo) ha pasado a integrar el inventario del patrimonio industrial de Castilla y León que la Consejería de Cultura acaba de concluir. Una magna labor iniciada en 2006, que termina con 4.887 construcciones, máquinas y piezas registradas. La provincia de León acoge el mayor número de estos bienes, 1325. Detrás, Salamanca con 598 elementos; muy de cerca, Burgos (546), Segovia (490), Palencia (476), Soria (458), Valladolid (455), Zamora (355) y Ávila (234). Casi 5.000 fichas documentales cuyo rigor científico está garantizado por los investigadores, pertenecientes, en su mayoría, a la Universidad de Valladolid, bajo la supervisión de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Consejería.
Vestigios industriales
"Saber lo que se tiene. Esta es la base fundamental sobre la que conservar y recuperar", señala con entusiasmo César Rico, presidente de la asociación Llámpara, una de las más activas de Castilla y León en la defensa e investigación de vestigios industriales, que entiende como un signo de identidad esencial.
El predominio de León en este inventario refleja dos terrenos diferenciados en el estudio: la Comunidad minera y montañosa frente al llano agroalimentario. A la luz de este informe, ya nadie puede dudar que haya sido un acto de justicia la conversión de la Ferrería de San Blas en el Museo de la Siderurgia y de la Minería, en Sabero, verdadera catedral de las cuencas del carbón. Pero el recuento patrimonial también repara en los restos de aventuras tan extraordinarias como la extracción del wolframio, mineral codiciado en la II Guerra Mundial.
Sin embargo, incluso en la provincia leonesa, son más numerosos los vestigios de la industria alimentaria. El molino es la figura más repetida en este censo industrial. Lo hace de dos formas, primero como muestra tradicional –prácticamente una por cada población– de una economía rural que se concebía autosuficiente. Después, la fuerza transformadora del agua se hizo ‘ilustrada’ con el Canal de Castilla. Sus esclusas, retenciones, presas, puentes y acueductos también engrosan la lista.
A su vera, en el siglo XIX crecieron los que han sido definidos por el inventario como el ejemplo más monumental de patrimonio industrial en Castilla y León: las harineras, como la de Dueñas, Abarca de Campos y la ya mencionada de Medina de Rioseco. Grandes edificios cuya primacía desafiaron las azucareras (Santa Victoria, La Palentina, Monzón de Campos, entre otras). Un tipo de arquitectura que también se aprecia en la alcoholera junto al Pisuerga a su paso por Valladolid; en el Mercado del Val en esa misma ciudad y en el de San Juan, en Salamanca.
El inventario incluye, además, un periodo tecnológico anterior a las revoluciones industriales.
A este tiempo corresponde el Martinete de Navafría, telúrico percutor escondido dentro de la roca viva del que salían relucientes calderos de bronce. También los batanes que desbrozaban la lana, como el que una familia leonesa conserva en Val de San Lorenzo. Atención especial merece el mágico recorrido por los diminutos castillos de piedra en los que se han convertido las aceñas del Duero.
El patrimonio industrial de Castilla y León recorre la historia de la construcción: el paisaje lunar de las caleras tradicionales de Vegas del Matute (Segovia); las chimeneas de las industrias cerámicas, como la de Silió en el corazón de Valladolid, y las blancas cicatrices de las yeseras en Tejado y Velilla de Medinaceli, en Soria.
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En el repaso de hitos, necesariamente breve, debe ser incluido el mundo textil. No por nada Béjar es denominada el ‘Manchester castellano’. El legado de los curtidores se rescatará en un documental anejo a la publicación del catálogo, y que capta ese oficio conservado por una familia en Santa María del Páramo.
El ferrocarril no forma en sí mismo un centro industrial, pero su huella es omnipresente. Evidentemente en sus estaciones, pero también en sus poblados obreros (Barruelo de Santullán), en sus locomotoras (la Mikado), en su abandono (Línea Valladolid-Ariza) y en su reconocimiento (Fregeneda-Fuentes de Oñoro, única línea Bien de Interés Cultural de España).
Un patrimonio sensible
Por desgracia, este recopilatorio evidencia que muchos bienes no podrán ser recuperados por daños irreparables o por el desuso de algunas instalaciones de difícil acceso. Sin embargo, el trabajo realizado supondrá la base, según fuentes de la Consejería de Cultura, "de la selección futura a recuperar".
Parece paradójico cuando habitualmente se refiere al duro trabajo y a resistentes materiales, pero la intervención en el patrimonio industrial es una cuestión especialmente sensible. Así lo defiende la asociación Llámpara: "Un patrimonio industrial perdido arroja una sombra de decadencia mayor sobre la Comunidad que uno artístico, del que no se ha vivido su esplendor".
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Y al contrario: la rehabilitación conconcita el entusiasmo de aquello "en lo que aún persiste un vínculo directo": "Es un patrimonio en el que se puede recabar el testimonio directo de las personas y honrar la memoria colectiva".
Hannah Ardent reflexiona en su ensayo 'La Condición Humana' que "la tarea y potencial grandeza de los mortales radica en su habilidad en producir cosas. Y que estas sean al menos, en cierto grado, imperecederas". 4.887 fichas de edificios, maquinaria y utensilios ayudan a completar la condición humana de la Comunidad.

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