Patrimonio Industrial nacional e internacional

PATRIMONIO INDUSTRIAL - INDUSTRIAL HERITAGE - PATRIMOINE INDUSTRIEL

lunes, 7 de octubre de 2013

Artículo "El agua mueve patrimonio"

Artículo de Ana Gaitero en Diario de León

Agua pasada no mueve molino. El refranero a veces se equivoca. En la Reserva de la Biosfera de los valles de Omaña y Luna el pasado y el agua se han aliado para recuperar la memoria y llamar la atención sobre el patrimonio de cinco municipios y 79 núcleos de población.

En el extenso territorio de sus pueblos, valles y montañas —más de 80.000 hectáreas— han inventariado 296 elementos patrimoniales que en su día y, aún hoy en algún caso, funcionaban o ven pasar el agua de ríos, arroyos y regueros.

Molinos, lecherías, fuentes, pozos, lavaderos, pilones, batanes, canales, fraguas, serrerías, centrales hidroeléctricas o fábricas de luz, un balneario y la gran presa del pantano del Luna forman parte del patrimonio cultural y etnográfico ligado al agua de los valles de Omaña y Luna.

De infraestructuras de producción, suministro o control del agua han pasado a convertirse en salones sociales para los pueblos, como las lecherías de Barrio de la Puente y Robledo de Caldas o tienen en proyecto convertirse en pequeños museos etnográficos locales.

«El turismo ligado al patrimonio rural y al medio ambiente y las residencias de la tercera edad son los únicos sectores que tienen futuro por aquí», comenta Miguel, un industrial de San Andrés que restaura una casa en Sena de Luna para centro de turismo rural.

Sena de Luna fue «modelo de urbanismo» a principios del siglo XX. La riqueza de las merinas y de los indianos conformó un pueblo señorial, con unas escuelas hechas con las aportaciones de vecinos y foráneos. «La traída de agua es de 1923, la hicieron los vecinos en hacendera y con tres cortas de robles para los materiales. ¿Cómo vamos a dejar ahora que quiten el patrimonio a los pueblos?», plantea el pedáneo Efrén García.

La fragua con potro de Sena de Luna, restaurada con ayuda del Instituto Leonés de Cultura, recopila material fotográfico del pasado del pueblo, que sustituyó a Láncara como cabecera del municipio con el pantano.

Son cada vez más los particulares que conservan el patrimonio heredado, caso de la serrería de los hermanos Bardón en El Castillo (Riello), donde el chopo del país, 90 años de crecimiento, demuestra sus cualidades como buena madera. El molino de Antonio en Mora de Luna aún muele algo de pienso para el ganado de casa. El dueño de la fábrica de luz de Fasgar lucha para no perder la concesión y volver a poner en marcha la central que adquirió su abuelo, Corsino García Valcarce, en 1929. Los particulares con concesiones luchan como David contra Goliat pues «la producción de electricidad es casi exclusiva de grandes empresas», alega Félix García Rubio, de Fasgar.

En el catálogo, que se entregará próximamente en el MaB, se incluye también el patrimonio arqueológico relacionado con las 35 minas de oro explotadas por los romanos entre los siglos I y III y varios conjuntos patrimoniales como los puentes de los Bayos, Vivero y Montrondo, las zonas de baño de Riello, las fuentes de Villadepán, Salce y Cornombre, las fuentes y pozos en Posada de Omaña.

Hay más. Leyendas, rutas de senderismo, las artes de la pesca, legales y furtivas, una exhaustiva toponimia y las zancas que se usaban para cruzar los ríos allí donde no había puentes también están en el inventario. El objetivo de este documento, cuya elaboración se inició en 2011, es «conocer lo que tenemos y concienciar a la población de que no se pierda», subraya la alcaldesa de Murias de Paredes, Carmen Mallo.

Murias tramitó el proyecto para todos los municipios, a falta de un órgano de gestión, de la Reserva de la Biosfera de Omaña y Luna. Lo cierto es ya hay mucho patrimonio perdido y expoliado, aunque el inventario da cuenta de su existencia como tres molinos y cinco fraguas perdidos en los municipios. Todo lo que quedó anegado por el pantano de Luna en los años 50 se ha quedado también sin memoria.

Olvidados
El embalse de Los Barrios de Luna es el primer elemento inventariado y figura como «el principal recurso económico de la zona» por su potencial turístico y recreativo. En la comarca echan en falta un área de recreo, en las inmediaciones del puente Fernández asado, para disfrutar de las vistas y del paisaje. El pantano tiene 40 kilómetros de costa, pero muchos son innaccesibles. Son 15 kilómetros de agua en la profunda garganta convertida en vaso gigantesco: 300 millones de metros cúbicos para regar 50.000 hectáreas del Páramo y dar agua a León.

Un panel recuerda en la presa de 80 metros de altura, el de Luna ocupaba el lugar del muro —Peña del Castillo— del pantano, a las puertas de Los Barrios de Luna. Pero se han olvidado de mencionar los nombres de los ocho pueblos sepultados totalmente por el pantano: Arévalo, Láncara, Lagüelles, Campo, Oblanca, San Pedro, Cosera y Miñera. Mirantes, donde está el club náutico, salvó algunas casas, como Santa Eulalia. Se perdieron las Ventas en Mallo, pueblo costero del pantano, y un molino harinero. Quedan los caseríos de El Molinón, Casasola, La Canela y Truva. Fue anegado el barrio de Travanco de Los Barrios de Luna.

Molinos
Son 110 molinos los que se cuentan en los valles de Omaña y Luna constituyen sin duda el patrimonio vinculado más numeroso. Los ríos Luna, Omaña y sus afluentes surten de agua a estos ingenios necesarios para moler los granos de centeno, las más de las veces, y también de trigo en algunos.

El molino de Antonio, en Mora de Luna, es uno de los más emblemáticos en su interior aunque en su parte externa pase desapercibido envuelto en la casa. Su doble rodezno funciona ocasionalmente con las aguas sobrantes pues «el caudal se perdió con el pantano de Luna», explica Antonio Suárez, el dueño.

A cambio, la central proporcionó electricidad para que funcionaran molienda y aserradero. Antonio recuerda que lo amplió y modernizó, siendo ya cartero. Cuando era niño, cuenta, el molino «era muy pequeño y cada vez que había una ríada marchaba con él». En un poste conserva la marca del nivel de la inundación de 1939 39, de más de un metro de altura.

El inventario del patrimonio ligado al agua en Los Barrios de Luna, Murias de Paredes, Riello, Sena de Luna y Valdesamario costó 14.000 euros cofinanciados por la Fundación Biodiversidad y los cinco municipios.

Entre el patrimonio más singular y emblemático del rico pasado ganadero están la 17 lecherías. La mayoría son de Murias: Barrio de la Puente, Posada de Omaña, Los Bayos, Fasgar, Montrondo, que tuvo hasta dos industrias, la fábrica de mantequillas de Murias de Paredes, las lecherías de Sabugo, Senra, Villapujín, Villabandín, Villanueva de Omaña y Vivero. También se conservan lecherías en el municipio de Sena de Luna, en concreto en Abelgas, restaurada como casa del pueblo, y Aralla de Luna, Robledo de Caldas y Caldas de Luna. Datan de principios del siglo XX y muchas fueron cooperativas.

Leche serrana
Son un recuerdo de la extinta vaca del país, la serrana: «De muy buena presencia por delante y estrecha por atrás», informa Ubaldo Mallo Fernández, de 87 años. Eran vacas de labor, daban leche y criaban a los jatos y terneras. En las lecherías había desnatadoras con dos tipos de filtros, uno para la leche desnatada o de debura y otro para la nata.

La mazadora, una máquina grande con aspas y palas, batía la mantequilla, labor que realizaron las mujeres durante siglos en odres de cuero. «Después vinieron los de cinz y luego estas máquinas más industriales. Por último, las paletas daban forma a la mantequilla.

Fue muy famosa la fábrica de Murias de Paredes, que elaboró mantequillas hasta 1980 tanto con la leche de los ganaderos locales como la procedente de otras lecherías de la comarca. La mantequilla y el queso se vendían en León y también en Madrid. El edificio está en ruinas y no queda rastro de la maquinaria.

En Barrio de la Puente el agua pasaba por debajo de la lechería. El agua para lavar la maquinaria se calentaba en la chimenea. El río Vallegordo se libró así de detergentes. Andando el tiempo, en los años 60 y 70, la serrana fue sustituida por la frisona, porque «era más productiva», cuenta Ubaldo. «Los chicos empezaban a estudiar y nos pagaban la leche a 50 pesetas», apunta. En Posada de Omaña conservan el edificio recién restaurado con su madramiento original.

El inventario recopila la memoria de 15 fábricas de luz antiguas, una llamada nueva y tres hidroeléctricas modernas. La de Fasgar dio servicio a Torrecillo, Barrio y Vegapujín hasta que los de Barrio «se independizaron» al construir una propia. Están también los lavaderos y otros edificios de actividades tan singulares como el batán de Pruneda, en Rabanal de Luna, o el balneario de Caldas de Luna, el único que se conserva de todos los que nacieron en León por sus abundantes aguas medicinales.
Diario de León

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